La decidida apuesta de los Estados miembros de la UE por alcanzar acuerdos en materia de educación superior y el posterior impulso del Espacio Europeo de Educación Superior han sido factores esenciales para que el sistema universitario español haya asumido el trascendental proceso transformador en el que se encuentra inmerso de unos años a esta parte. España supo responder al reto de una sociedad basada en el conocimiento, en la excelencia docente e investigadora como catalizadores de la economía productiva y en la formación en los valores humanistas que siempre ha caracterizado a la Universidad mediante la asunción de aquellos acuerdos, que respondían a la demanda de los actores del sistema universitario de asentar los principios de un espacio europeo compartido, basado en la movilidad, el reconocimiento de las titulaciones y la formación a lo largo de la vida. La modificación de la Ley Orgánica 6/2001, de 21 de diciembre, de Universidades, operada por la Ley Orgánica 4/2007, de 12 de abril, marcó el hito fundamental de dicho proceso, que ha permitido en 2010 culminar la adaptación de los títulos universitarios a la nueva estructura de las enseñanzas que dicha ley orgánica. Un nuevo esquema de enseñanzas entre cuyos pilares se encuentra el profesorado que debe impartirlas, elemento nuclear de la nueva universidad que la sociedad española exige, una sociedad que espera de sus universidades, lo mismo que de todo el poder público del que se dota, excelencia, responsabilidad y capacidad de adaptación.

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